Es una verdadera ciudad amurallada dentro de la ciudad. El Monasterio de Santa Catalina, en Perú, fue fundado en el siglo XVI, en 1579, bajo la licencia del virrey Francisco de Toledo.
Alojó a lo largo del tiempo a las hijas de las clases adineradas entregadas para servir en la Iglesia, pero también recibió monjas pobres.
Por supuesto las pudientes accedieron a mejores comodidades, teniendo en la ciudadela sus apartamentos privados. Ya las pobres, compartían habitaciones.
Las mujeres que ingresaron como monjas al monasterio fueron criollas, mestizas. La historia cuenta del ingreso de las denominadas “monjas pobres” que, sin tener dinero para pagar una dote, ingresaban a ejercitar sus virtudes.
Se sabe que, a mediados del siglo XVIII, la ciudadela contaba con más de 300 mujeres de hábito y doncellas de servicio.
El monasterio vivió gran parte de su historia envuelto en el misterio, y aun estando en el centro de la ciudad de Arequipa – la segunda más grande del Perú – se mantuvo aislado del mundo exterior por gruesos muros de 4 metros de altura.
Fue abierto al público en 1970 y hoy se puede visitar este impresionante lugar, aunque aún en el ala norte del complejo todavía residen monjas enclaustradas.
Texto y fotos: Fernando Perdomo