Cuando hablamos de gastronomía regional, nos referimos a la generosidad o a veces no tanto, de productos locales de cada zona. Algunos autóctonos y otros no.
En algunos casos también nos referimos a “situaciones” comestibles y las enmarcamos
dentro de distintos ámbitos.
La diversidad de productos en el planeta marcados por zonas definen las cocinas
regionales, y las recetas de estas cocinas regionales son inexactas como particulares de
cada pueblo, barrio o incluso familia, y así y todo varían de acuerdo al paso de las
generaciones. “a mí nunca me quedo igual que como le quedaba a mi madre y a mi madre nunca le quedo igual que como le quedaba a su madre y a su madre nunca le quedo igual que a la suya” y así sucesivamente.

 

Pero acercándome al tema en cuestión, confieso que dentro de las temáticas que he elegido investigar, siempre me sentí particularmente atraído por los tabúes culinarios. Y entendamos por tabúes como algo repulsivo para determinada cultura que puede ser algo sumamente agradable y adorado para otra cultura. Tanto nosotros como los escoceses sentimos repulsión por comer una tarántula asada o un gusano de seda saltado, pero nos sentimos plena y disfrutablemente atraídos por las asaduras o achuras, cosa que es repulsiva para otras culturas.

 

Casos particulares y puntuales como el de Escocia y Uruguay,  dos naciones con culturas muy distantes y distintas. Dos pueblos con casi nada en común salvo por el aporte de pocos emigrantes escoceses que llegaron a nuestras tierras son indudablemente pueblos unidos por el amor a las achuras.

En el caso de escocia las de cordero y en el caso nuestro las de vaca principalmente.

 

El haggis, emblema de la cocina escocesa se elabora a base de asaduras de cordero u oveja (pulmón, hígado y corazón) mezcladas con cebollas, harina de avena, hierbas y especias, todo ello embutido dentro de una bolsa hecha del estómago del animal y cocido durante varias horas.

Para nosotros los uruguayos, casi nada más preciado que unas mollejitas dorándose, con un toque de limón en nuestras parrillas de brasas de leña dura, así como también chinchulines, chotos, riñones, etc.

Pero este nexo se diluye también entre nosotros mismos, o sea a nosotros los uruguayos nos impresiona mal la idea del haggis por mas que no haya casi distancia entre los insumos de los que hablamos…son simplemente formas, y me refiero a las formas de cocción o preparación, nos “choca” pensar en esta comida por el hecho de ser hervida dentro de  una panza, pero aceptamos sin titubear el productos como el mondongo o  las morcillas, que no son más que sangre coagulada y condimentada cocida embutida en un tripa!!!

Así somos los humanos, de cuando sapiens se trata no podemos despojarnos de nuestros prejuicios culinarios, “somos lo que comemos” dice el dicho, pero somos solo lo que comemos nosotros y ni pensar en mirar al plato del vecino!

Javier Hofman

 

THE SCOTISH HAGGIS

  • 1 estomago de oveja
  • 1 hígado, pulmones y corazón de oveja
  • 3 cebollas
  • 250g de grasa de riñones
  • 150g de avena
  • Sal y pimienta negra
  • Pimienta de cayena
  • 150g de caldo de oveja

Limpiar bien el estómago (el de oveja, claro) y dejarlo remojar toda la noche.

Picar las achuras en procesadora.

Picar fino las cebollas y la grasa.

Tostar la avena en horno moderado.

Mezclar la avena con los otros ingredientes y sazonar a gusto con los condimentos.

Agregar parte del caldo para hidratar un poco la mezcla.

Rellenar la panza hasta la mitad, sacar el exceso de aire y coser para cerrar bien.

Hervir por 3 horas en una olla, con el caldo y agua.

Dejar enfriar y luego servir con puré de nabos y puré de papas (nepes and tatties)

 

Historia

Este plato se consume tradicionalmente en la cena de Burns cada 25 de enero, día en el que se conmemora al poeta nacional de Escocia Robert Burns. Burns escribió el poema Address to a Haggis, que comienza: Fair fa’ your honest, sonsie face, Great chieftain o’ the puddin-race! Aboon them a’ ye tak your place… y se recita como parte de la cena de celebración. En tiempos del poeta, el haggis era un guiso popular entre los pobres, ya que se utilizaban las partes de la oveja que, de otro modo, hubieran sido desperdiciadas