Koemeterium:   Juntos a la Eternidad

Los inmigrantes y la Muerte

Trabajo a ser presentado en Málaga, España, seleccionado por el comité académico para representar a Uruguay, dentro del XXI Encuentro Iberoamericano de Cementerios Patrimoniales. (Noviembre del 2019)

El cementerio y los inmigrantes es la temática abordada en el presente trabajo.

Entre 1860 y 1920 arribaron a nuestro país más de 600.000 inmigrantes europeos, la mayoría italianos, españoles y franceses, también alemanes, ingleses, portugueses y brasileños, en menor cuantía. (Pi, Renzo, Vidart Daniel, 1969).

El cementerio de Salto fue inaugurado en 1853, pero su construcción comenzó en 1851, diez años antes que se promulgara la ley de secularización de cementerios, el 28 de julio de 1861, firmada por el presidente de la República don Bernardo Berro.

A partir de esa fecha los cementerios no dependerían más de la Iglesia Católica Apostólica Romana y pasarían a manos del Estado, de a poco se venía gestando en nuestro país la separación de la Iglesia y el Estado uruguayo.

Hubieron una serie de medidas o antecedentes indicadores del proceso de Modernización del país y de la separación definitiva entre la Iglesia y el Estado, por ejemplo el reconocimiento a la Masonería en 1856, el decreto de la ley de Educación Común en 1887, que impuso la obligatoriedad de la concurrencia de los niños a la escuela primaria, que sería desde ese momento laica, gratuita y obligatoria.

En 1877 se crea el Ateneo para los librepensadores, nace como un centro cultural, con absoluta libertad de espíritu con el fin de desarrollar la cultura y difundir ideas propiciando su libre discusión.

Finalmente el Estado se separa de la Iglesia, en la Constitución de 1918 y lo plasma en el artículo 5:” Todos los cultos religiosos son libres en Uruguay. El Estado no sostiene religión alguna.” En Uruguay la laicidad emerge de la separación de la Iglesia-Estado, fruto del proceso de secularización, término con el cual nos referimos al proceso de diferenciación de esferas entre lo religioso y lo secular.

Esa separación no fue solamente jurídica, sino también efectiva impactando al imaginario colectivo. Desde 1861, el gobierno uruguayo prohíbe las misas de cuerpo presente, y poco a poco a decir del historiador José Pedro Barrán “la iglesia va perdiendo el control sobre la muerte”(Barrán, J.Pedro, 1989).

Uruguay estaba en pleno proceso modernizador, pujante crecimiento económico, y con un importante crecimiento demográfico, producto de la inmigración europea, quienes venían a “hacerse la América”, buscando mejor calidad de vida,   huyendo de las guerras y persecuciones religiosas como el caso de los Valdenses, y los rusos de San Javier.

El tema elegido es los inmigrantes y la muerte, la muerte lejos del hogar, de su patria, y como se articulan a nivel comunitario las soluciones a ese morir  , los panteones erigidos como forma de honrar a los difuntos  y unificar creencias, costumbres,  ritos   y tradiciones de cada comunidad. Espacios funerarios dedicados a unificar a esas personas aún después de su muerte, inmigrantes llegados a América en forma masiva, con la ilusión de prosperar en esa tierra, con un fuerte sentimiento de pertenencia a cada grupo, y con un nacionalismo muy marcado.

Así fue que surgieron las asociaciones de Socorros Mutuos, instrumentos de protección, auxilio y solidaridad, ayudando a sus compatriotas o paisanos en situaciones de desgracia: enfermedad y o muerte. Este tipo de mutualismo surge como un verdadero movimiento social que desarrollo auténticas estrategias de supervivencia.

La ciudad de Salto contaba con un solo hospital de Caridad, y los inmigrantes no podían costearse la atención médica,  además los  hospitales eran un lugar para “bien morir” más que para sanarse. Así fue que el mutualismo, las asociaciones de socorros mutuos vinieron a llenar ese vacío. No solo se ocupaban de la salud, sino también por la falta de trabajo y todos los temas derivados de la desocupación. La necesidad de unirse de agruparse está ligada a la historia de la inmigración y el trabajo, un mecanismo de protección para quienes estaban desprotegidos,  venían en busca de un futuro mejor, a un país desconocido y que muchas veces ni siquiera hablaban su lengua.

Estas instituciones han sido a lo largo de la historia, uno de los principales mecanismos de organización de los inmigrantes. Fueron estas asociaciones de Socorros mutuos las encargadas de construir los panteones en los cementerios para que los paisanos continuaran unidos, aún después de la muerte.

En el cementerio Central de la ciudad de Salto (Uruguay) hay una marcada presencia de construcciones funerarias de las distintas comunidades que emigraron al país (Españoles, Italianos, Portugueses, Franceses, Brasileños).Muchas de ellas con un valor arquitectónico extraordinario, verdaderas obras de arte a cielo abierto, confeccionadas en mármoles de Carrara, muchas veces eran traídas de Europa, se encargaban a escultores italianos en su gran mayoría, muchos de ellos elegidos por catálogos,  las cuales eran muy costosas, con una iconología y simbología que son dignas de estudio.

En Uruguay la modernización económica, también tuvo su expresión en las formas de vivir y sentir, a partir de 1860, se dieron varios cambios que marcaron esa modernización social y un nuevo orden de sentimientos. El caso de la muerte no fue ajeno: “La muerte debía ser respetada y digna, sería sin duda, pero también majestuosa y bella, todo con tal de negar o encubrir la realidad de la podredumbre del cuerpo” (Barrán, José Pedro, 1989).

Los inmigrantes sintieron la necesidad de agruparse ante la muerte, morir lejos de su patria, por lo menos los compatriotas juntos, unidos, aún después de la muerte. Para 1900 existían en Uruguay entre 250 y 270 instituciones mutuales, algunas eran cosmopolitas (admitían varios grupos étnicos) pero el objetivo era el bien común y la ayuda recíproca.

 

Texto: Lic. Patrricia Laines Martínez.

Fotos: Marcelo Cattani