La psicología y las ciencias del comportamiento nos aportan el dato que la comunicación se basa mayormente en la comunicación no verbal. Es decir, decimos más con nuestra apariencia y gestos que con nuestras palabras.

Por eso, conocer este lenguaje, que es el que realmente va a comunicar cosas a los demás mucho antes de decir una sola palabra, es un paso interesante para ser conscientes de la forma en que nos relacionamos.

En qué se basa la comunicación no verbal? El cuerpo, la pose, el uso de los gestos, las expresiones, el uso de la ropa, el peinado, maquillaje, vestuario. Todos estos elementos y cómo los usamos, muchas veces de forma que no controlamos, hacen a nuestros mensajes.

Usualmente, cuando conocemos a alguien,  establecemos la primera distinción, si es alguien de confianza o no, y lo establecemos en los primeros segundos de contacto a través de esos mensajes que se comunican de forma no verbal, la famosa primera impresión.

Nosotros no somos conscientes de esos niveles de comunicación. Por eso cuando alguien nos causa una mala primera impresión, realmente no somos capaces de saber por qué esa persona no nos gusta o no nos trasmitió confianza.

Usualmente eso ocurre porque existe una gran contradicción entre lo que nos dijo de forma verbal y explícita, y lo que realmente nos trasmitió con su lenguaje corporal.

El cuerpo, con simples movimientos, transmite ideas sin la utilización de palabras, el cuerpo es el instrumento principal para comunicarnos, se desplaza e impone actitudes hacia los demás en cada situación.

Desde que se ha popularizado la imagen, el conocimiento y uso del lenguaje corporal se ha vuelto extremadamente relevante. Nadie quiere causar una mala impresión: políticos, empresarios, actores y actrices, comunicadores y hasta personas que buscan un empleo o tratan de cerrar un negocio.

Para todos , hacer consciente el lenguaje corporal y trabajar en cómo causar impresiones positivas controlando la gestualidad, se ha vuelto tan o más importante que solamente hacer un buen discurso o presentación.

La Kinesia

Esta disciplina estudia la expresión facial, la sonrisa, la mirada, postura y ritmo corporal.

Todos los movimientos del ser humano se ha demostrado que no están programados por la biología, sino que por la cultura y el entorno en el que nos desenvolvemos.

Entre todos los niveles de interpretación que estudia la kinesia, hay uno al que llaman subsistema axial,​ que es una clasificación que determina el interés general de la persona.

El eje 1 es el eje del pecho y el torso. Este análisis determina el interés principal del sujeto, lo que está ocupando su atención

El eje 2 es el eje que estudia la posición y gestualidad de los pies: hacia donde apuntan nos indicará las verdaderas intenciones del sujeto. Si está cómodo, en quien se interesa y si quiere irse, etc.

El eje 3 es el eje de la cabeza y el rostro. Indica nuestro relacionamiento social, hacia quien miramos, etc.

La expresión facial

La cara es el espejo del alma, dicen.  Y les contamos como curiosidad, según afirman los expertos, que solamente hay seis expresiones faciales comunes a todas las culturas: enojo, miedo, felicidad, tristeza, sorpresa y disgusto.

Los demás gestos que nos parecen tan naturales van a variar en cada cultura, con lo cual, no todos los gestos se van a entender de la misma manera.

Así, la interpretación gestual facial de todas las demás emociones depende del contexto cultural donde nos encontremos.

Mirada

Es el elemento que complementa la expresión facial y nos da mucha información acerca de la persona y de su estado emocional.  Se afirma que es una parte de nosotros sincera, que “los ojos no mienten”,  y puede deberse a que hay un aspecto de la mirada (dilatación o contracción de las pupilas) que es involuntaria y, por lo tanto, no la controlamos.

Las pupilas naturalmente dilatadas se relacionan más con el confort, el estado placentero, mientras que la pupila contraída se relaciona más con emociones de alerta y disgusto.

Ya el contacto visual propiamente dicho puede revelar otros estados. Desde una mirada persistente y perturbadora que denota un obsesivo interés u hostilidad, hasta  una mirada esquiva y huidiza que denota incomodidad, aburrimiento, engaño y deseos de huir.

Lo interesante es que cuando se sostiene una mirada prolongada, de una forma sostenida y sin pestañeo, eso podría indicar a una persona intentando sostener una mentira o engaño.

Otro gesto muy popular para ver el estado anímico de alguien es respecto a su nariz. Cuando se está hablando y la persona se toca de forma insistente la nariz podría tratarse de un engaño o por lo menos que esa persona está diciendo alguna mentira.

Con la ayuda de las facultades sociales y las personales, tales como la adaptación y la independencia,  interpretamos códigos de comunicación aprendidos que comunicamos con el cuerpo, su postura y gestualidad.

Eduard  Hall en su libro “La antropología del espacio”, introduce el concepto de proxémica. La proxémica es el análisis de las distancias desde el punto de vista simbólico y comunicativo.

Nos dice el autor, que la comprensión de las distancias entre los objetos, entre nosotros y los objetos y, principalmente, las distancias entre las personas, forjadas culturalmente, es imprescindible para analizar y comprender los espacios, como son habitados y las relaciones entre las personas.

Hall establece cuatro distancias básicas, más cuatro matices de las mismas, para clasificarlas: la distancia íntima, personal, social y pública.

Es un acuerdo tácito que aprendemos mientras vamos creciendo pero es vital para relacionarnos.

Sabemos cuando es aconsejable la distancia adecuada con un extraño, cuando estamos conociendo a alguien o cuando tenemos intimidad y permitimos que invada nuestro espacio personal.

Con los extraños en la calle la distancia social nos indica una distancia adecuada en la cual no nos sintamos que el otro nos puede alcanzar ni tocar. Ese radio ficticio nos genera confianza. Cuando esa distancia se acorta, de alguna manera nos inquieta porque nos sentimos amenazados.

Ya con alguien con quien nos conocemos en un espacio laboral, de negocios o formal, la distancia adecuada es la que nos permite un contacto efímero que nos muestra que el otro viene en son de paz.

El apretón de manos es la distancia adecuada para ver las manos libres y la buena intención del otro pero sin entrar en distancias más personales y comprometedoras.

Un cambio brusco en esas distancias sin el contexto y el consentimiento de las personas, es considerada una situación de amenaza y peligro.

Para ser seriamente analizados, además de considerar los gestos agrupados y de tener en cuenta la congruencia entre lo que se dice, la distancia y el movimiento corporal, todos los gestos deben considerarse dentro del contexto en que se producen.

La postura de una persona nos habla de su vida.

Por ejemplo, la posición de los hombros es fundamental y genera un eje muy importante en la comprensión de quien es el otro: hombros caídos y encorvados hacia adentro (sumisión, decaimiento, actitudes pasivas, etc), hombros hacia atrás (orgullo, actitud activa, poco de agresividad, rigidez, etc)

Las manos: modelando el discurso

Las manos complementan y contribuyen a esclarecer un mensaje verbal poco claro.

Cuando dos personas dominantes se estrechan las manos tiene lugar una lucha simbólica, ya que cada una trata de poner la palma de la otra en posición de sumisión.

El resultado es un apretón de manos vertical en el que cada uno trasmite al otro un sentimiento de respeto y simpatía.

Parece que existe una relación entre la altura a la que se sostienen las manos y la intensidad de la actitud negativa. Cuantas más altas están las manos, más difícil será el trato con esa persona.

Puños cerrados y manos en gestos crispados, señalamientos con los dedos, sobre todo el gesto con el índice apuntando hacia el otro, son gestos hostiles que debemos tener cuidado en usar.

Esconder las manos en algún momento en que hablamos con alguien, es considerado un gesto negativo, que provoca desconfianza.

Aunque cuando alguien se nos acerca con el pecho abierto y ambas manos cruzadas atrás puede entenderse como un gesto amigable, donde la persona nos “abre el pecho” sin defenderse, siendo vulnerable y honesto con nosotros.

Todo tipo de cruzamiento de brazos y piernas indica distanciamiento y que no queremos trasmitir nada muy personal al otro.

Cuanto más “anudadas” estén los brazos o piernas, más cerrados estamos y menos empáticos somos con la persona o la situación en la que estamos.

Todos estos códigos no verbales son aprendidos y compartidos culturalmente y estudiándolos podemos sacarle partido a todas estas formas que tenemos las personas de comunicarnos para lograr mejores relacionamientos interpersonales.

 

Texto: Jimena Méndez