“Mi perro es mi mejor amigo” -me asegura Marcos (78 años), me dice Ana (de 45 años), me cuenta Gonzalo (de 13) y también Lucía (de 8 años).

Queríamos incluir un artículo sobre “niños y mascotas” a partir de que unas amigas de la revista nos sugirieron el tema y nos hicieron llegar algunas ideas. Enseguida me compenetré con la propuesta, fundamentalmente porque mientras pensaba en el tema tenía a Chachi durmiendo sobre mi pie y, en el patio, Lola y Rufi correteaban con Clarita y Lucía (los primeros tres son mis perros y las segundas dos son mis sobrinas), y escuchaba sus ladridos y sus risas. Así que me dispuse a bucear entre recuerdos, anécdotas y sensaciones pero también investigué en internet y leí artículos de pediatras, psicólogos, psicopedagogos.

Todo lo mucho que se dice sobre el tema podría resumirse, fundamentalmente, en una imagen con profunda significación para la mayoría de nosotros: un niño y un perro jugando, o ambos durmiendo abrazaditos. Tanto nos conmueven que estas imágenes han sido súper explotadas por la publicidad. Con ellas nos tratan de vender desde un jabón hasta un yogurt.

Pero no es lo mismo, no “compramos” tanto la imagen de un niño con un pez o un canario. Referirnos a mascotas, en general, implica una serie de consideraciones extras que hay que tener en cuenta. Conversando sobre el tema un amigo me dijo “los niños se vuelven más humanos en su relación con un perro” pero inmediatamente aclaró… “o sería mejor decir que se vuelven más animales?”. Es que lo más difícil de ser niño es que es una etapa en la que pretenden enseñarnos a ser “humanos”aunque en realidad se trata de obligarnos a ser “adultos”. 

Lo cierto es que no parece haber mejor manera de transitar la niñez que poderlo hacer junto a nuestra mascota, especialmente si es un perro. Es que de nada ni nadie aprenderá más “humanidad” un niño que de un animal. No hay lección de generosidad, de solidaridad, de lealtad, de confianza y de amor más contundente que la que nos enseña nuestro perro. Pero… ¿es realmente así?, ¿cuánto hay de verdad en todo esto?.

“cuanto más conozco a la humanidad más amo a mi perro”…

La oportunidad de relacionarnos con animales nos brinda enormes beneficios a todos los seres humanos, pero tener esa posibilidad desde la infancia tiene implicaciones positivas fundamentales. Decir que una mascota es importante para la formación y el aprendizaje en diversos aspectos psicológicos, emocionales y sociales de niños y niñas, es algo en lo que la gran mayoría estamos de acuerdo.

En palabras del médico pediatra Dr. Elías Jiménez F. “Las mascotas pueden constituirse en un complemento importante para el desarrollo de los niños, tanto desde el punto de vista físico como afectivo”.

La impronta que marca la relación con un animal en la infancia es tan grande, que también la marca la carencia de la misma. El mundo se complica cada vez más y tener mascotas en las ciudades –especialmente perros- es arduo, difícil e implica un gran esfuerzo (tiempo, trabajo y dinero). El estilo de vida “urbano” nos ofrece nuevas comodidades y beneficios, pero también implica que perdamos otros, nos ha llevado a abandonar muchas costumbres y a modificar otras.

Parecería ser que la mayoría de nosotros considera los muchos beneficios que una mascota suma a nuestra vida, pero también que ellos son fundamentalmente importantes en la infancia. Para muchos esta es una manera elegante de poder disfrutar de una mascota siendo adultos. Muchos recuerdan con nostalgia aquel gran amigo de la infancia que aparece como inadecuado en el mundo adulto. Porque aquel perro no sólo marcó mi infancia, marcó mi vida.

Así que siendo adultos muchos encuentran una excusa perfecta para recuperar algo de eso que tanto añoran, la mascota volverá a su vida aunque ahora será por sus hijos. Quiero que mi hijo disfrute de ello, sí, es absolutamente cierto… pero en el fondo de mi corazón, aceptémoslo, también yo quiero a ese perro que duerme apoyando la trompa sobre mi pantufla. 

No podemos hablar de la importancia de una mascota en la vida de un niño o niña sin considerar que ello depende de un adulto, y debería depender siempre de quien pueda ser responsable al respecto.

Nuestra responsabilidad puede determinar que los niños puedan tener cada vez más y mejores relaciones con los animales y quizás, también con “los otros”. Pero debemos dar un paso más en la reflexión.

Deberemos considerar con igual seriedad “si un animal (y qué animal) es bueno en la vida del niño” pero también “qué tan bueno es para el animal”. Podríamos verlo como 3 eslabones de una misma cadena, pero estos eslabones son bien diferentes uno de otros, con tareas, derechos y responsabilidades diferentes. Al final siempre será gracias a nosotros o por nuestra culpa, pero esa responsabilidad se aprende, como se aprende a ser padre o madre.

La primera etapa de nuestra vida está marcada por una necesidad de conocer que es vital: la curiosidad. La necesidad de descubrir, conocer, aprehender… La infancia no es fácil, cómoda ni despreocupada, sí es una etapa en la que necesitamos tener algo que “manotear” cuando trastabillamos. Y cada vez más ocupados y apurados estamos los adultos, como cada vez más necesaria es la relación de los niños con su mascota.

“Los niños aprenden a cuidar a las mascotas, llegan a conocer la importancia del cariño y el respeto hacia los animales, aprenden a dar para recibir, y muchas veces la mascota se convierte en la mejor compañía para el niño, y en algunos casos, en la única”. –Dr. Elías Jiménez

Pero la relación entre niño-mascota, el éxito de la misma o los beneficios que genere, dependerá de que nosotros podamos definir y determinar las características de esta relación, con responsabilidad pero también con disponibilidad y alegría!!.

La mano que mece la cuna

Es nuestro deber, además de elegir la mascota adecuada, enseñarles a ambos las bases fundamentales de esa relación. A la manera en que los niños se relacionan con el entorno la hemos llamado “juego”.

El juego es una manera de conocer y aprender. Pero debemos ser nosotros quienes le vayamos indicando al niño ciertas “reglas” de juego.

Para un niño, un animal es un juguete… igual que un autito o un nuevo hermanito… y deberemos enseñarle -y deberá aprender-cómo jugar cuidándolo, cómo descubrirlo y conocerlo sin romperlo o lastimarlo, cómo divertirse, entretenerse y relacionarse CON el otro. Y lo antes que podamos establecer estas pautas del juego, antes le estaremos dando al niño las bases para relacionarse sanamente con su entorno…

Nuestra intervención en el momento oportuno será crucial, un día será jugando con un peluche, luego será un perro, un compañerito, un hermano…

Un animal le ofrecerá al niño un enorme abanico de posibilidades, o no. Si quisiéramos un perro pero no tenemos el tiempo o el espacio adecuado, no tengamos perro. Pero el peor de los errores es caer a la ligera en una “solución alternativa” y, por ejemplo, comprar un canario o un hámster. Si nuestro hijo nos pide “un guau guau” no tiene sentido regalarle un pececito!!!

Tengo un amigo que tiene locura con su mascota Rita. Rita es una lorita bonita y divertida, que anda sobre su hombro y le da besitos. Rita tiene celos de su novia a quién le da picotazos, y el stress hace que se arranque las plumas. Pero Juan disfruta de su relación con la lora y la lora parece que también. Juan tiene 35 años y no es un dato menor. Es que un niño necesita del contacto físico y del juego, necesita expresarse físicamente.

Muchas mascotas, como las aves o los hámsteres, son muy delicadas y no resisten una relación con un niño. Lo más probable es que muera. Y un canario, un hámster o un pececito pueden ser muy lindos pero, al menos que nos creamos con derecho a tener un animal como adorno, no me parece que sean mascotas que beneficien demasiado a un niño. Ni me parece que una jaula sea un buen lugar para ningún animal. ¿Cómo podría un niño expresar amor por un pez o por un canario?. ¿No deberíamos enseñarle a los niños a demostrar y manifestar amor, y que el amor debe tener relación con la libertad?. ¿Qué mensaje estamos trasmitiendo con un animalito enjaulado?.¿No sería mejor enseñarle a un niño por qué no podemos tener un animal en casa?.

 

Perros o gatos (hasta caballos a veces) entran en otra categoría. Sus necesidades en cuanto al entorno vital implican que podamos disponer de espacio y/o tener tiempo y disposición para pasearlos con asiduidad. No permanecerán a nuestro lado a costa de una jaula ni deberían estar atados. Podrán desplazarse, moverse, expresarse y jugar con los niños.

Responderán activamente al juego y devolverán amor con mucho más amor. Uno de los aspectos importantes de estos animales es que sí pueden expresarse y responder físicamente. Responderán al cariño y al amor pero también al “maltrato”. Convengamos en que los niños pueden ser muy crueles y lo son fundamentalmente mientras no tomen conciencia de ello. Deberán aprender qué consecuencias tienen sus acciones.

Lo ideal es que el niño encuentre un límite, una respuesta negativa frente a algunas de sus actitudes. Pero claro, nosotros debemos ser muy cuidadosos y contundentes con el animal y con el niño… porque un gruñido, hasta un arañazo o mordiscón pueden marcar un límite positivo… si el niño no lo registra y va más allá, el animal puede responder lastimando gravemente al niño.

Para ser más clara: debemos estar muy atentos a ambos, supervisando de cerca el inicio de la relación para poner pautas y límites que eviten algunos de los riegos propios de ella.

Al principio tendremos mucho trabajo pero será fundamental para que el animalito pueda integrarse a la casa, a la familia y a la vida del niño de la mejor manera y minimizando los riesgos, y viceversa.

 

Antes que nada.

Debemos reflexionar y asumir seriamente nuestra responsabilidad por el bienestar de los chicos, pero también del animal. Antes que nada seremos nosotros quienes debamos decidir si integrar o no una mascota a la casa, y a la familia. Como ya dije, a veces un NO es la mejor solución para todos e implica una enseñanza interesante para el niño. Claro que para que así sea, un NO debería plantearse como una conclusión que surja de un espacio de comunicación en donde niños y adultos expresen sus necesidades, motivos, dudas y/o razones, argumentos y explicaciones.

También un sí debería plantearse en el marco de un intercambio sobre las condiciones y compromisos que esa nueva situación implique para la familia.

 

Para decidir tenemos que considerar varios aspectos, por ejemplo:

  • Considerar las condiciones de salud de toda la familia y especialmente de los niños (alergias, asma, por ejemplo), así como también las condiciones psicológicas, afectivas y de socialización del grupo y/o del niño.
  • Tener en cuenta las posibilidades en cuanto al espacio necesario para cada tipo de mascota pero también el espacio necesario propio para los integrantes de la familia, para el niño. La disponibilidad de lugares donde estar juntos pero también donde estar separados.
  • Informarse y evaluar alternativas y opciones en cuanto a especie, tipo, raza: qué tipo de mascota y por qué?… un perro, qué tipo de perro??!!!
  • Tener en cuenta que habrá necesidad de consultar frecuentemente, tanto con el veterinario como con el pediatra. Tener disponibilidad y disposición para ello.
  • Considerar que una mascota implica también un compromiso económico. El animalito dependerá de nosotros, y no sólo para disponer de alimentos e higiene. Necesitará atención veterinaria sistemática pero también en casos puntuales. Habrá que cuidar y asegurar su buen estado sanitario, porque de su salud dependerá la salud del niño y de toda la familia. Un perro, por ejemplo, necesitará un anti pulgas, un desparasitario, vacunas, etc.

 

Si podemos considerar que los perros y los gatos son las mascotas más comunes, estaremos de acuerdo que el riesgo más común al que los chicos están expuestos, es a un mordisco o a un arañazo. Pero ellos irán descubriendo todos los límites, los propios y los ajenos, en su particular manera de actuar e interactuar, “jugando”. Ese “juego” muchas veces puede resultar doloroso, cruel, humillante para el otro. Y ese otro responderá, defendiéndose. Qué, cuánto o cuán rápido pueda el niño conocer y aprender las pautas de las interacciones, los límites de unos y otros, los “códigos del juego”, dependerá de las acciones y reacciones de esos otros. Es posible que descubra que tiene poder sobre otros más pequeños o más tímidos. Pero también se descubrirá en ese lugar frente a los más fuertes y más agresivos… y terminará con una rodilla raspada o algún moretón. Pero en la interacción con su mascota, los riesgos pueden ser graves para ambos.

Puede lastimar y lastimarse, y no es extraño que el niño pueda matar a su mascota, lo que es muy común con aves, hámsters u otros animalitos delicados… los perros o gatos se defienden y pueden reaccionar ocasionando daños al niño.

Debemos ser estrictos en establecer nosotros las pautas básicas de la interacción entre niños y animales. Para colmo a los niños les atrae especialmente querer jugar con su perro en los momentos más inoportunos, por ejemplo cuando están durmiendo o…comiendo.

Un perro o un gato, que aparentaban ser muy pacíficos, pueden morderlo o arañarlo como reacción al susto de ser despertados abruptamente. Nuestra tarea será ardua y fundamental pero inevitablemente los límites los van a negociar entre ellos. Los riesgos existen siempre pero debemos poder confiar en el animal y en lo que a él le enseñamos.

He esperado durante todo el artículo para decir esto: si queremos que los niños dispongan de los beneficios que la relación con una mascota puede ofrecerles, tenemos que darnos cuenta que, aunque nosotros no tengamos mucha disponibilidad de tiempo, lugar y todo lo que puede implicar de trabajo y dinero una mascota… hay mascotas y mascotas.

Es que la vida de locos en las cada vez más grandes y rápidas ciudades han llevado también a que proliferen las Tiendas de mascotas. Estos lugares manipulan nuestras necesidades y nuestras culpas. Queremos regalarle un perro a nuestra hija, porque queremos regalarle algo de lo maravilloso que fue para nosotros tener a Carmela en casa. Dudamos porque no tenemos mucho tiempo, ni espacio, ni disposición para entrenar y educar en la relación al niño y al perro. Y ahí aparecen estas “Tiendas de mascotas” y nos ofrecen varias alternativas para aquietar la culpa de no animarnos a regalar un perro… nos ofrecen pescados, canarios, tortugas o hámsteres…

Es posible que sus culpas se aplaquen pero no podemos dejar de considerar el hecho de que una historia es la de un niño con un perro… otra, bien distinta, es la de un niño con un pescado… o no??

 

Algunos beneficios de la relación niño-mascota… para el niño

·                     Le enseña sobre el respeto y la tolerancia hacia otros seres vivos

·                     Aprende sobre el comportamiento responsable, la necesidad de cuidar a otro, la responsabilidad de que otro dependa de ti.

·                     Ayuda al desarrollo emocional del niño, a expresarse afectivamente, a manifestar sus sentimientos y a valorar la retribución que el otro nos da y cómo nos refuerza o nos limita. Especialmente con perros y gatos.

·                     Lo motiva a realizar actividades físicas y a estar en contacto con la naturaleza, a entretenerse, divertirse, jugar. Principalmente con perros.

·                     El niño percibe el afecto y la lealtad incondicional de su mascota (perros más que otras), que ayuda a desarrollar su sociabilidad y a canalizar su afectividad (su expresión y sus límites y/o consecuencias).

·                     Ayuda a entender, valorar y superar los eventos importantes en la vida de todos, como el nacimiento, la reproducción o la muerte.

 

 

Algunos cuidados que necesita nuestra mascota

·                     Disponer de un entorno adecuado a sus necesidades.

·                     Poder moverse con cierta libertad y elegir dentro de ciertas posibilidades, su lugar para descansar, resguardarse, dormir o jugar. También deberemos asegurarnos de que salga a caminar y pasear si lo necesita.

·                     Si lo tenemos atado o confinado en una jaula o pecera, debemos atender asiduamente la higiene y las condiciones de su lugar, mantenerlo limpio, desinfectar con regularidad, ventilar adecuadamente y asegurarse que el animal disponga de lo que necesita. Temperatura y luz del lugar, por ejemplo.

·                     Revisar que disponga de agua fresca y que su alimentación sea adecuada en calidad, cantidad y a horarios regulares.

·                     Supervisar o realizar tareas para su higiene (baños, cortes de pelo), prevenir parásitos y enfermedades, vigilar y atender cualquier síntoma o actitud extraña o inusual. La salud de su mascota es la salud de su niño y de toda su familia.

·                     Consultar y/o llevarlo a una revisación periódica con un veterinario y tener sus vacunas y otros requisitos de salubridad al día. Ante cualquier duda o temor, asesórese siempre con el pediatra y/o el veterinario

·                     Disponibilidad económica. Cualquier mascota dependerá y necesitará de nuestros cuidados y atención. Si una mascota feliz hace feliz a nuestra familia, debemos tener en cuenta que también implica gastos. El primer año es el más costoso, implica supervisión veterinaria, vacunas, desparasitarios, antipulgas.

 

 

Referencias consultadas

 

 

Texto: Ana Gabriela Acosta Niell