Villa Epecuén, en la provincia de Buenos Aires, fue una próspera villa en los años 20 que fue arrasada por las aguas en los 80. De todo su esplendor, solo restan los esqueletos, vestigios de lo que una vez fue y de lo que jamás volverá a ser. De sus ruinas emerge el silencio, el viento y un curioso paisaje forjado por el agua y la sal. Por sus calles abandonadas persisten la memoria y los fantasmas que las habitan, que se niegan a irse, que se niegan a morir.

Esta villa, que fue fundada en 1921 a orillas del lago del mismo nombre, está a casi 8km de Carhué.

En su apogeo, llegó a tener cerca de 1.500 habitantes y dicen que en sus épocas prósperas era visitada por unos 25 mil turistas durante el verano, atraídos principalmente por sus aguas termales y la altísima salinidad de su lago al que le adjudicaban beneficios para la salud.

En 1985 una inundación provocada por una crecida del lago sumergió completamente a la ciudad, siendo totalmente evacuada y quedando sumergida durante años.

En los últimos años el agua comenzó a retirarse, dejando a la vista las ruinas de la ciudad, que se han convertido por sí mismas en un atractivo turístico, donde cientos de personas llegan durante todo el año para admirar el fascinante paisaje que el tiempo, el agua y la sal han construido.

Otra curiosidad que vale la pena conocer es la joya arquitectónica que podemos encontrar a la entrada del pueblo, el antiguo matadero, obra del arquitecto Salamone que también está semi derrumbado pero es imponente.

Pablo Novak, un vecino cuya familia estaba ligada a la ciudad mediante distintos emprendimientos, se negó a abandonarla, porque dice que allí es su hogar; y aún permanece entre sus ruinas como el único habitante del lugar.

Cuando uno llega allí el tiempo parece detenido. Como no existe prácticamente ninguna vegetación, no se escuchan aves ni ningún sonido además del viento que se pasea entre las ruinas.

El dibujo de las calles fue borrado y vamos adivinando la geografía de lo que fue una casa, un hogar o un tejado.

El viejo cementerio hace poco tiempo quedó al descubierto nuevamente, por lo que sus ruinas emergieron, dejando a la vista un paisaje tétricamente fascinante.

Un lugar que vale la pena ser visitado por todos los curiosos y ni hablar por los amantes de la fotografía que tendrán en su paisaje uno de los lugares más fascinantes que he podido visitar.

Cómo llegar? Desde Buenos Aires hay buses y trenes y es posible alojarse en el pueblo de Carhué a unos 8km. A Epecuén se puede llegar en vehículo, a pie o en bici  que se pueden alquilar en Carhué.

Textos y fotografía: Jimena Méndez

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